junio 20, 2010

Cuna de amor

Llega al fin el ansiado día, pero luego de varias largas horas de espera en el hospital, aun no hay suficiente dilatación para nacer. Finalmente el médico decide no esperar más y programa la cesárea para el final de la tarde.
Ya anocheciendo, después de lo que pareció otra larga espera, logro ver su carita diminuta por primera vez y me invade un sentimiento desbordante, difícil de describir pero increíblemente real. Es impactante la sensación que te envuelve: se siente tanto amor que parece que el cuerpo no va a resistir y que explotará de felicidad. La emoción es tan intensa que el llanto se hace incontenible. Cómo es que una criatura tan pequeña es capaz de generar tantísima ternura, lograr transmitir tanta calidez y paz? Cómo con su angelical inocencia puede iluminar toda una habitación al llegar, y llenar de amor la vida de los que lo rodean desde el momento en que es concebido?
Así nacieron estos dos bebés, muy afortunados, porque nacieron en una cuna de amor. Fueron concebidos por dos padres amorosos que viven rodeados de familia y amistades que los quieren de corazón. Dos niños rodeados de gente que les da cariño y que están de una u otra forma presentes para celebrar la vida conforme van creciendo, y para darles apoyo y consuelo siempre que lo necesiten.
Años después de ese glorioso día, sigo sintiendo esa misma emoción desbordante al ver sus caritas sonrientes, al experimentar cada paso en su crecimiento. Sigo reviviendo esos momentos maravillosos cuando llegaron a nuestras vidas, y estoy agradecida con Dios y con sus padres porque pude, con su llegada, experimentar en alguna medida la alegría que trae el nacimiento de un hijo.

junio 06, 2010

Me faltas

Llueve con fuerza y el agua al caer,
se lleva lo que queda de luz.
Rodeada de oscuridad
llego finalmente a casa.
Hay un silencio sepulcral
y un frío que me hiela los huesos.
Siento tu ausencia,
me falta tu compañía,
tus cálidos abrazos,
tus dulces besos.
Siento la soledad.
Mi sonrisa se apaga,
mi mirada se llena de lágrimas.
Me falta la luz de tu sonrisa,
la melodía de tus palabras,
En medio del silencio,
me envuelve la noche.
Finalmente me rindo.
y te sueño en la oscuridad.

junio 01, 2010

Viajes soñados


Los sueños pueden ser mágicos, transportarnos a lugares paradisiácos, permitirnos vivir y experimentar sensaciones fuera de este mundo.
Esta vez, me llevaron a un viaje por la costa en algún lugar lejano, talvez otro continente. Es invierno, hace frío, cae una ligera llovizna y una suave bruma envuelve el paisaje. El camino bordea la montaña muy cargada de vegetación, de un verde muy oscuro, casi negro en algunos rincones.
Voy sentada junto a la ventana, en un vehículo que parece más bien un híbrido entre un tren y un teleférico. Su estructura metálica ya corroída por el tiempo, permite ver el paisaje a ambos lados de la carretera.
A mi derecha, al extender mi mano, casi puedo tocar el manto de helechos y vegetación que cubre la montaña. Siento frío, la helada brisa atraviesa mi vestimenta. Mi cuerpo queda bañado por diminutas gotas de rocío.
A mi izquierda veo la costa. La playa está desierta y deliciosamente silenciosa. Sólo se escucha el sonido de las olas que al romper con fuerza dejan una nube de espuma de un blanco perfecto. Me levanto de mi asiento para poder ver a lo lejos el horizonte y quedo extasiada por el paisaje. Siento la brisa rozar mis mejillas, siento el sonido de las olas. A lo alto, un ave vuela por los cielos.
Justo detrás de las olas, se levanta una inmensa formación de rocas. Esta muralla bañada por los rayos del sol, deja ver una asombrosa combinación de tonalidades que van del amarillo pálido al naranja intenso. Parecen brotes de fuego surgiendo del oceáno azul.
Al llegar al final de la recta por la costa, comenzamos el ascenso por el risco. Me aferro a la baranda y me vuelvo a sentar, ahora con la sensación de mariposas en el estómago provocada por la altura. El vagón sube lentamente dejándose mecer por el viento. Estoy más cerca de las nubes, y ya siento el vacío bajo mis pies.
Vuelvo mi mirada hacia abajo y veo el negro intenso de las rocas contrastar con el blanco perfecto de la espuma de las olas que rompen sobre su costado. En la cima, arde aún el reflejo de los rayos del sol.
Cierro los ojos y respiro profundo, respiro grandeza. Siento la frescura del viento en mi rostro y el calor de la felicidad en mi corazón. Llegamos a la cima, el vagón se detiene y bajamos a suelo firme.
Fue un viaje fenomenal, un regalo de la naturaleza que alimentó mi espíritu y que dejó una sonrisa en mi alma.